viernes, 29 de enero de 2016

La importancia de la ética en la educación

Por Heriberto Rodríguez Adorno

El contexto social actual requiere de una educación vanguardista con un personal docente capaz de promulgar y modelar los más altos estándares éticos y morales.  En ese sentido, la formación del docente debe estar enmarcada en este argumento para así desarrollar líderes que aspiren a ser verdaderos agentes de cambio.  Es importante reconocer que los valores son influenciados, según Izarra (2006), por cinco elementos:  el ambiente físico;  el ambiente cultural;  el medio social; el conjunto de necesidades, las expectativas, las aspiraciones y posibilidades de cumplirlas; y el tiempo y espacio de la situación.  Por ende, es indispensable una formación ética para lograr entornos educativos que puedan transformar las comunidades.
            Wesley (2009) en su artículo “Back to the Future: How and Why to Revive the Teachers College Tradition” plantea que la profesión docente ha disminuido su tradicional filosofía moral.  El autor expone que la pobre formación moral en el educador ha influenciado para tal deterioro.  Wesley (2009) presenta tres postulados para regresar a los aspectos tradicionales en el docente:  el entendimiento del pasado; el futuro de la profesión docente depende de la reparación de los fundamentos morales; y el planteamiento de demostrar cómo la profesión docente resurge a través de la escuela, hogar y comunidad.  De igual manera, el autor expresa que se debe utilizar el conocimiento adquirido para elevar la importancia de la formación docente.  Asimismo, el artículo plantea que las universidades no han cumplido con los objetivos de formación de los docentes para las que fueron creadas.  En ese aspecto, el autor resalta la importancia de tener un plan de estudios de alta calidad que debe integrar lo que se debe enseñar y cómo se debe enseñar.  Wesley (2009) concluye que es necesario crear en los docentes líderes de las comunidades construyendo relaciones en dos direcciones:  hacia el exterior de las escuelas; y hacia adentro con la facultad y administradores.
            Un liderazgo efectivo en el entorno escolar está enmarcado en un código de ética.  Martino & Naval (2013) establecen que “los profesores necesitan una ética profesional que aborde el papel que se les asigna socialmente como transmisores de conocimientos y cultura, así como suscitadores de personas críticas, con curiosidad intelectual, honestidad, entre otras”.  (p. 161)  En Puerto Rico y Estados Unidos la función docente está regida por códigos de éticas y estándares profesionales que establecen las aspiraciones de sus sistemas educativos.  Para el sistema educativo norteamericano es indispensable:  el mérito y la dignidad de cada persona; la búsqueda de la verdad; aspirar a la excelencia; adquirir conocimiento; disciplina de una ciudadanía democrática.  De igual manera, el interés principal del educador es el desarrollo del estudiante.  Asimismo, el docente debe tener un crecimiento profesional, ejercer un buen juicio y mantener una integridad profesional.  Por su parte, en Puerto Rico el código de ética está reconocido por los estándares profesionales que rigen la función docente.  El sistema educativo puertorriqueño establece que sus educadores:  conozcan la asignatura que están ofreciendo; demuestren conocimiento pedagógico; utilicen estrategias instruccionales innovadoras; creen verdaderos ambientes de aprendizajes; propicien un proceso de evaluación y assessment adecuado; mantengan una comunicación y lenguaje efectivo; respeten la diversidad y necesidades especiales; integren la tecnología; mantengan una relación con la familia y la comunidad; y un desarrollo profesional constante.
            El educador tiene una responsabilidad de relevancia a través del desarrollo integral del alumno.  Wesley (2009) plantea la necesidad de otorgar las herramientas necesarias hacia la formación del docente y así capacitarlo para atender una sociedad matizada por los constantes cambios.  Martino & Naval (2013) plantean que “el hombre íntegro, entero, no es un conglomerado de actividades diversas sino un ser capaz de poner su propio sello personal en las diferentes manifestaciones de su vida”.  (p. 167)  Para lograr esa aspiración, el profesional docente debe difundir altos estándares éticos y modelar valores morales en su quehacer diario.  En ese sentido, Prieto (2007) expone que “los docentes y las docentes están obligados a actuar éticamente siempre. Lo único que se determina, entonces, permanentemente en todo proceso educativo es la eticidad o moralidad”.  (p. 4)
            En el artículo de Wesley (2009) se pueden identificar dos controversias.  En primer lugar, utilizar un proceso de evaluación inadecuado podría generar grandes polémicas educativas en los entornos escolares.  El maestro debe utilizar procesos evaluativos con sus estudiantes que representen verdaderos valores éticos del quehacer educativo y ejerzan buen juicio e integridad profesional.   Sin dudas, un proceso de evaluación adecuado le permite al educador una retroalimentación que conduce al éxito educativo.  Otra controversia que se puede desprender del artículo es la falta de una formación en valores para el educador.  Ciertamente, es el docente el actor principal en el desarrollo y ejecución del currículo.  En consecuencia, su desempeño debe estar enmarcado en una conducta ética intachable y la promoción de valores morales.  Ochoa & Peiró (2012) exponen que la formación de los docentes es fundamental, pues son ellos quienes a través de su práctica cotidiana ponen en marcha o no los cambios en el currículo, deciden, piensan y sienten en las diversas situaciones de la enseñanza.
            La educación está basada en distintas teorías educativas y ha ido evolucionando en su función social en el desarrollo de las capacidades del ser humano.  Kohlberg (1992) estableció la teoría de desarrollo moral.  El teórico expone que es importante conocer cómo el individuo razona ante situaciones morales y la necesidad de establecer etapas durante su aprendizaje que vayan reformulando su percepción de dichas situaciones.  Explica además que, uno de los tipos de currículo es el implícito.  Este tipo de currículo plantea que existe una integración de las relaciones sociales en el salón y la escuela con las actitudes, valores, formas de pensar y el comportamiento.  Dicha integración constituye un parte fundamental del aprendizaje.  En relación a estos dos principios, la teoría de desarrollo moral y el currículo implícito, es necesario destacar la importancia de tener docentes que modelen una ética educativa, profesional y personal.  De esta manera, desarrollamos en el alumnado las capacidades morales que garanticen su desempeño en la sociedad.
            Ciertamente, el mundo actual precisa de seres humanos íntegros.  El entorno escolar tiene el compromiso cada vez mayor de no tan sólo proveer conocimientos, sino fomentar los valores en el proceso de enseñanza aprendizaje.  Una sociedad vanguardista es aquella cuyos ciudadanos modelen valores supremos:  justicia, respeto, civismo, solidaridad, bondad, entre otros.  En ese sentido, el profesional docente es fundamental para lograr esa aspiración.  La postura ética debe ser constante y coherente para provocar cambios significativos y un ambiente educativo de calidad.  Por ende, el planteamiento del artículo de Wesley (2009) sobre la importancia que la educación regrese a su filosofía moral tradicional es correcto.  De igual manera, la formación del educador es determinante para lograr una educación que aspire a lograr los más altos principios éticos y morales en el ser humano.  Prieto (2007) plantea que: 
“La función del docente además de enseñar, debe ser la de inducir a sus estudiantes a la vida moral. Hacerlo con mayor eficacia conduce a suponer que este profesional está en actitud de respetar la personalidad del educando. Las instituciones de formación y actualización de docentes tienen la responsabilidad de prepararlos con el mayor rigor posible en el área filosófica, tomando en cuenta el estudio de las diversas concepciones acerca del ser del hombre y de la mujer, concepciones en las cuales descansan, a su vez, las respuestas éticas”.  (p. 5)
            La educación, la ética y la moral están estrechamente relacionados.  Sin dudas, el ser humano tiene su primera formación ética y moral en su hogar.  Sin embargo, el exponente entiende que a medida que el individuo va acumulando experiencias durante su desarrollo y crecimiento, se va reformando moral y éticamente.  Por esta razón, el entorno escolar es fundamental para el desarrollo integral del alumnado.  Izarra (2006) expone que: 
“Se reconoce que parte de la formación de los valores fundamentales ocurre durante la infancia y al abrigo de la familia, pero ésta se prolonga a lo largo de toda la vida, de allí que en su formación juega un papel de primera importancia la educación formal (básica, media diversificada y profesional e incluso más allá) y por consiguiente, puede afirmarse que la adquisición de los valores es un proceso que abarca una porción considerable de la vida de los individuos”.  (p. 15)
Asimismo, la ética profesional docente comprende una revisión interna y un proceso de crecimiento a lo largo de la vida.  De esta forma, se logra reforzar los principios en los alumnos, la integración social y la formación integral de los ciudadanos.  Para Martino & Naval (2013) los entornos escolares deben desarrollar:
“…la integración social de todos los alumnos, el fortalecimiento de vínculos de amistad, el respeto a las diferencias y a los alumnos débiles, el cuidado de la alfabetización emocional, la participación de los alumnos en las actividades escolares, el aprendizaje a través de formas de cooperación entre iguales, el apoyo de los alumnos más aventajados a los que tienen dificultades de aprendizaje, la defensa de la paz, del medio ambiente y de la igualdad de las personas sea cual sea su religión, raza, etnia, cultura, origen, sexo, etc. También, en este sentido cobran importancia determinadas actividades de trabajo comunitario, como elementos necesarios para construir comunidades escolares basadas en la responsabilidad y en el comportamiento solidario”.  (p. 167)

 Referencias
Izarra, D.  (2006).  Ética en la formación docente.  Laurus.  12(21).  9-22.  Recuperado de
            http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=76102102
Martino, S. & Naval, C.  (2013).  La formación ética y cívica en la universidad:  el papel
de los docentes.  Edetania.  43.  161-186.  Recuperado de dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/4406440.pdf
Ochoa, A. & Peiró, S.  (2012).  El quehacer docente y la educación en valores.  Tesi. 
13(3).28-48.  Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=201024652002
Prieto, A.  (2007).  El profesorado universitario:  su formación como modelo de
actuación ética para la vida en convivencia.  Actividades investigativas en educación.  7(2). 1-20.  Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=44770202
Wesley, N.  (2009).  Back to the Future: How and Why to Revive the Teachers College
Tradition.  Journal of Teacher Education.  60(5).  443-449.  Recuperado de  http://itec.macam.ac.il/portal/ArticlePage.aspx?id=1624


miércoles, 27 de enero de 2016

La necesidad de un liderazgo efectivo en ambientes escolares

Por:  Heriberto Rodríguez Adorno

     Los entornos escolares son impactados por los acelerados cambios sociales.  El quehacer educativo debe adaptarse a dichos cambios para atender las necesidades del alumnado.  En ese sentido, el líder educativo debe promover un clima escolar adecuado a través de un estilo de liderazgo eficaz.  Sin dudas, las cualidades de un líder influyen en un centro escolar.  Vázquez (s. f.) plantea que:
“El liderazgo desempeña un papel fundamental en la organización educativa, se valora como “necesario y esencial” para el buen funcionamiento de los centros. Tal es la significatividad que adquiere, que se le atribuyen funciones como: crear un clima satisfactorio, potenciar relaciones positivas, fomentar la participación, aunar y armonizar intereses colectivos, tomar decisiones y resolver conflictos”.  (p. 6)
            El artículo “Leadership and learning:  Identifying an effective design for mentoring new building leaders” plantea la importancia de que los nuevos líderes de centros escolares sean dirigidos por directores experimentados y exitosos en sus primeros años.  El artículo presenta el modelo de mentoría para nuevos directores escolares utilizado en Kansas.  Dicho modelo tiene como misión el compartir recursos para apoyar el crecimiento profesional de líderes educativos.  A su vez, se creó el instituto de liderazgo educativo de Kansas que tiene como objetivos:  crear y fortalecer la capacidad de liderazgo en el director escolar; buscar diferentes opciones a las necesidades de cada escuela; incorporar opiniones de expertos y profesionales; ayudar a los nuevos directores escolares a entender las necesidades de la escuela; establecer un plan de cinco años; y cumplir con los requisitos de licencia del distrito escolar.  El Departamento de Educación de Kansas reconoció dicho instituto como un centro de aprendizaje profesional y consideró que todo director o superintendente debe cumplir con los requisitos del instituto para obtener la licencia profesional.
            El centro de aprendizaje profesional aceptado en Kansas como herramienta eficaz de desarrollo de nuevos líderes educativos diseña seminarios sobre temas de actualidad e iniciativas innovadoras aceptadas por el estado local y federal.  El proceso de desarrollo profesional para los nuevos directivos escolares está basado en los siguientes principios:  formar una visión de éxito académico para todos los estudiantes; crear una cultura de aprendizaje; desarrollar la capacidad de liderazgo en otros; y desarrollar relaciones positivas.  Asimismo, la mentoría debe ser fundamentada en:  cambiar los procesos y fomentar una mejor escuela; utilizar datos eficazmente para una atinada toma de decisiones; y proporcionar el desarrollo profesional.  Bajo este modelo, los directores con logros adjudicados proporcionan sus conocimientos y experiencias para orientar, guiar y encaminar a los nuevos directores escolares de acuerdo a las necesidades, fortalezas y debilidades de sus escuelas.
            En la actualidad, existe una necesidad apremiante de que los escenarios educativos sean guiados por líderes eficaces ante los retos que enfrenta la educación en un mundo dominado por la globalización y los constantes cambios.  En ese contexto, Gros et. al. (2013) plantean que:
“Lograr un aprendizaje de calidad adecuado a las exigencias de la sociedad del conocimiento y atender estudiantes y familias cada vez más diversos genera nuevas expectativas en el mundo de la educación en general y en el de los centros en particular”.  (p. 2)
Asimismo, los escenarios educativos requieren de un clima práctico para lograr con éxito las metas establecidas.  En ese sentido, el líder educativo debe promover una cultura escolar participativa, democrática e inclusiva.  De acuerdo a Fernández y Hernández (2013):
“La escuela del siglo XXI se encuentra con el objetivo ineludible de promover una educación democrática e inclusiva que garantice el derecho de todos los niños y jóvenes a recibir una educación de calidad basada en los principios de igualdad, equidad y justicia social”.  (p. 84)
            Los líderes eficaces en el ámbito educativo promueven escenarios de desarrollo y crecimiento.  Sin dudas, fomenta un clima educativo adecuado en el que todos los componentes escolares participan activamente en la consecución de los objetivos trazados.  En ese contexto, un centro escolar dirigido por un líder democrático, participativo, ético, organizado y pedagógico garantiza un proceso de aprendizaje efectivo.  Asimismo, se da apertura a la institución para los padres y comunidad en general.  De igual manera, un líder eficaz propone el constante desarrollo profesional de los docentes para obtener mejores resultados académicos.  Para Horn & Marfán (2010)
“las prácticas de liderazgo afectan de manera directa en la motivación, habilidades y condiciones de trabajo (a nivel de escuela y de aula) de los profesores, lo que se traduce en un mejor o peor desempeño docente, el cual a su vez afecta la calidad del aprendizaje de los estudiantes”.  (p. 85)
            El artículo de Augustine-Shaw (2015) expone la necesidad que los líderes educativos reciban mentoría en ese primer año de ejercicio en su función.  Para el exponente el sistema educativo de Kansas ha adoptado e implantado esta iniciativa reconociendo dos aspectos fundamentales:  las experiencias exitosas deben ser divulgadas y emuladas por otros para lograr una educación de calidad; y la necesidad de que el sistema educativo pueda ostentar líderes con estilos de liderazgo eficaz.  En ese sentido, para Vázquez (s. f.) “existe una relación consensuada entre el buen funcionamiento de la organización y una efectiva dirección y coordinación”.  Asimismo, un liderazgo eficaz es capaz de llevar a cabo una transformación del centro escolar.  Sin dudas, ese primer encuentro entre la institución educativa y el líder puede marcar el camino hacia el éxito o fracaso.  Por ende, el nuevo líder educativo debe enfrentar retos y es necesario que pueda obtener las herramientas necesarias para enfrentarlos exitosamente.  Según Juárez (2014), los líderes educativos necesitan capacitación específica para enfrentar el aumento de funciones, responsabilidades e implantar estrategias para obtener mejores resultados escolares.
            Del artículo de Augustine-Shaw (2015) se pueden desprender varias controversias.  En primer lugar, la resistencia al cambio en los entornos educativos puede desatar dificultades para el nuevo director escolar.  Para Quirant y Ortega (2006) la resistencia al cambio es una conducta natural de las personas y su propósito es levantar barreras por temor a lo desconocido.  El desafío de atender esa resistencia conlleva determinación, compromiso y responsabilidad.   Cabe señalar, que la resistencia al cambio es uno de los retos más complejo para el líder y se debe afrontar cuidadosamente para evitar consecuencias nefastas para la institución.  Es necesario reconocer que esta controversia puede existir en los centros escolares y manifestarse en distintas modalidades.  Por ende, cada director escolar tiene el reto que asumir la responsabilidad y encarar las situaciones desde su propia realidad institucional.
            Otra controversia que se desprende del artículo es la carencia de una planificación estratégica en el plantel escolar.  El proceso de mentoría que brinda un director experimentado al líder nuevo debe estar basado en un plan estructurado que la institución haya adoptado.  Cada entorno educativo debe presentar hacia dónde se dirige y qué pretende lograr.  Sin dudas, entre las variables que afectan el quehacer educativo que modelan un centro escolar se encuentra la planificación estratégica y se considera un indicador fundamental para lograr los objetivos a corto, mediano y largo plazo (Martín, Mominó y Carrere, 2013).  Asimismo, es indispensable entender que cada plantel escolar tiene fortalezas y debilidades que podrían ser distintas a las de otros planteles. 
            Un centro escolar carente de un líder eficaz estará destinado a consecuencias infortunadas que incluyen el fracaso del quehacer educativo.  Ante este escenario, el plantel se enfrenta a un clima escolar negativo que en múltiples ocasiones es dominado por la violencia.  Además, en términos de rendimiento, se podría visualizar un aprovechamiento académico bajo y docentes dominados por la falta de motivación.  A su vez, existiría una falta de integración de los componentes escolares provocando un centro educativo sin norte fijo y metas claras.  Juárez (2014) plantea que:
“Los procesos de gestión educativa se ven directamente influenciados de acuerdo al estilo de liderazgo que se ejerza, lo cual provoca un impacto significativo en la comunidad educativa, esto favorece o entorpece la participación de cada uno de sus integrantes, ya sean maestros, estudiantes o padres de familia”.  (p. 2)
Sin dudas, los constantes cambios en el mundo suponen un centro escolar cónsono con las necesidades del alumnado y su realidad social.  Por ende, Bolívar (2010) expone que un líder educativo eficaz debe enfatizar en:  establecer una dirección con visión, metas y expectativas; desarrollar las capacidades del personal docente; rediseñar la organización con prácticas que construyan una cultura colaborativa; y proveer los recursos necesarios para mejorar el proceso enseñanza-aprendizaje.
            El artículo de Augustine-Shaw (2015) presenta la formación del nuevo líder en su rol educativo.  El exponente considera que es una iniciativa de avanzada que promete un mejor desempeño en los planteles escolares donde fue implantada.  Sin embargo, la complejidad en el desempeño de un director escolar o superintendente supone de estrategias que brinden apertura a nuevas herramientas para lograr una educación de calidad.  Los líderes experimentados y exitosos deben compartir sus estrategias para que puedan ayudar a los nuevos líderes a encaminarse y ser exitosos.  Por ende, el autor está de acuerdo con los planteamientos del artículo de Augustine-Shaw (2015) reconociendo que todo sistema educativo debe ostentar un líder eficaz.  En palabras de Cuevas y Díaz (2005):
“la influencia que estos líderes están llamados a ejercer en sus respectivas instituciones se produce, entre otras, en varias dimensiones relacionadas con los procesos de innovación y cambio, la cultura escolar, el desarrollo profesional del docente y el éxito de los alumnos”.  (p. 5)
            Ciertamente, el líder educativo debe estar inmerso en un proceso de formación en sus primeros años.  La necesidad que la educación sea influenciada por líderes eficaces es apremiante y con sentido de urgencia ante los retos que enfrenta.  En ese sentido, Villa (2015) plantea que es necesario que los directores escolares sean formados en los diferentes aspectos educativos para llevar a cabo las tareas y lograr las metas establecidas.  Un líder educativo eficaz debe presentar cualidades esenciales para ser exitoso.  En primer lugar, debe ser democrático y participativo para que la toma de decisiones sea fundamentada en la realidad del plantel.  En este aspecto, Chamorro (2005) indica que “el líder democrático establece fuertes y abiertas líneas de comunicación de tal forma, que todos los miembros del grupo puedan participar plenamente de las actividades”.  (p. 23).  Asimismo, el líder eficaz debe ostentar un estilo de liderazgo que conduzca a la transformación del centro escolar.  En ese contexto, Bolívar (2010) plantea que “la capacidad para mejorar un centro escolar depende, de manera relevante, de equipos directivos con liderazgo que contribuyan a dinamizar, apoyar y animar, que aprenda a desarrollarse, contribuyendo a construir la capacidad interna de mejora”.  (p. 2)  Finalmente, es indispensable que líder pueda comprender, aceptar y adaptarse a los entornos educativos con contextos sociales complejos.  Cónsono con lo expuesto, Bolívar (2010) indica que las instituciones educativas exitosas logran adaptarse a esos contextos sociales porque aprenden a desarrollarse y hacer frente al cambio.

Referencias
Augustine-Shaw, D. (2015).  Leadership and learning:  Identifying an effective design for
mentoring new building leaders.  Delta Kappa Gamma Bulletin.  81(2).  21-30.  Recuperado de https://web-a-ebscohostcom.nuc.idm.oclc.org/ehost/detail/ detail?sid=a0639769-65dd-450f-a0d76b0ebf7ce187%40sessionmgr4001&vid= 0&hid=4204&bdata=JnNpdGU9ZWhvc3QtbGl2ZQ%3d%3d#AN=100605724&db=ehh
Bolívar, A.  (2010).  El liderazgo educativo y su papel en la mejora:  una revisión actual
de sus posibilidades y limitaciones.  Psicoperspectiva.  9(2).  1-12.  Recuperado de http://www.psicoperspectivas.cl/index.php/psicoperspectivas/article/view/ 112/140
Chamorro, D. J. (2005).  Factores determinantes del estilo de liderazgo del director/a
Recuperado de http://site.ebrary.com/lib/elibronucocrevsp/detail.action?docID= 10234513
Cuevas, M. & Díaz, F.  (2005).  El liderazgo educativo en centros de secundaria.  Un
            estudio en el contexto multicultural de Ceuta.  Revista Iberoamericana de
educación.  37.  1-18.  Recuperado de http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3197131
Fernández, J. & Hernández, A.  (2013).  Liderazgo educativo e inclusión educativa: 
            estudio de casos.  Perfiles educativos.  32.  82-96.  Recuperado de
            http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0185269813718476
Gros, B., Fernández, C., Martínez, M. & Roca, E.  (2013).  El liderazgo educativo en el
contexto del centro escolar.  Recuperado de http://www.site.unican.es/Ponencia%203.pdf
Horn, A. & Marfán, J.  (2010).  Relación entre liderazgo educativo y desempeño escolar: 
revisión de investigación en Chile.  Psicoperspectivas.  9(2).  82-104.  Recuperado de http://www.scielo.cl/pdf/psicop/v9n2/art05.pdf
Juárez, J.  (2014).  La importancia de la gestión y el liderazgo directivo en las escuelas. 
Revista conexión.  3(7).  1-14.  Recuperado de http://www.aliatuniversidades.com.mx/conexxion/index.php/en/educacion/663-la-importancia-de-la-gestion-y-el-liderazgo-directivo-en-las-escuelas-ano-3-numero-7
Martín, J., Mominó, J. & Carrere, J.  (2013).  La planificación estratégica, un indicador
            sobre el liderazgo pedagógico.  Tesi.  14(2).  292-315.  Recuperado de
http://campus.usal.es/~revistas_trabajo/index.php/revistatesi/article/view/10225/10633
Quirant, A. & Ortega, A.  (2006).  El cambio organizacional:  la importancia del factor
            humano para lograr el éxito del proceso de cambio.  Revista empresa.  18.  50-63.
Recuperado de http://enriquecetupsicologia.com/costarica/wp-content/uploads/2011/11/Para-mis-amigos-l%C3%ADderes-en-Costa-Rica.pdf
Vázquez, S.  (s. f.).  El liderazgo en la organización educativa:  el perfil del director y/o
coordinador como líder educativo.  Recuperado de http://www.aragon.es/estaticos/GobiernoAragon/Organismos/AgenciaCalidadProspectivaUniversitariaAragon/Areas/03_Jornadas/Seminarios%20ACPUA/Materiales%20SVazquez180113.pdf
Villa, A.  (2015).  Importancia e impacto del liderazgo educativo.  Revista padres y
maestros.  361.  6-11.  Recuperado de http://revistas.upcomillas.es/index.php/padresymaestros/article/view/5335/5135