La
educación actual requiere de líderes responsables capaces de impulsar medidas y
estrategias que redunden en beneficio del entorno educativo. Para ello, resulta necesario una cultura
educativa receptiva a los cambios sociales y con la capacidad de voluntad y
determinación para optimizar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Es indispensable mantener el enfoque adecuado
y la actitud positiva para un quehacer educativo exitoso. En ese aspecto, Unceta (2008) expresa que “si
se pretende que los centros educativos constituyan un lugar central en la
transmisión del conocimiento y de los valores sociales dominantes en cada
sociedad, es fundamental que la actividad que en ellos se desarrolla resulte
congruente con su entorno social”. (p.
419) Sin dudas, los entornos educativos
deben ser dirigidos por líderes efectivos que se promuevan como agentes de
cambio ostentando un estilo de liderazgo eficaz. De esta manera, se puede responder
contundentemente a la resistencia de algunos componentes escolares.
La situación pedagógica de estudio
presenta un director en vía de implementar un nuevo proceso tecnológico en un
plantel escolar. Al presentar el proceso
a su equipo de trabajo en una reunión se percata que tiene opiniones
encontradas sobre el asunto. Por un
lado, parte del equipo acoge efusivamente el nuevo proceso tecnológico a
implantarse y la otra parte, se resiste a aceptarlo. Evidentemente, este choque de opiniones crea
un disloque en el clima escolar y coloca en riesgo el objetivo que pretende
lograr el director del plantel. Cabe
señalar, que la medida del director se encamina a apoyar el ámbito educativo
con la tecnología para maximizar el proceso de enseñanza y aprendizaje. En ese sentido, un líder educativo
vanguardista asume un rol protagónico en la implementación de nuevas
estrategias que incidan en un mejor proceso educativo. Dussel y Quevedo (2010) plantean que el
dominio de los alumnos con nuevas tecnologías supone un desafío para los docentes.
La implementación de estrategias, metodologías
y herramientas tecnológicas convierten el centro escolar en uno
vanguardista. De igual manera, el
estudiante actual requiere de una educación impulsada por tácticas innovadoras
de enseñanza a tono con las nuevas tendencias de la tecnología que maximicen su
aprovechamiento académico. Asimismo, es
preciso reconocer que los avances tecnológicos inciden dramáticamente en los
entornos sociales provocando constantes cambios. En ese contexto, la educación debe cumplir
con su función social de desarrollar un ser humano presto para responder
positivamente al ambiente social. Para
Dussel y Quevedo (2010):
“El cambio tecnológico y
el giro cultural que se ha vivido en los últimos treinta años representan para
la escuela un desafío diferente del que hasta ahora se venía planteando, ya que
en varios sentidos, ponen en cuestión sus principios básicos, sus formas ya
probadas de enseñanza-aprendizaje, su estructura organizacional y edilicia, así
como las capacidades de quienes están al frente de los procesos educativos”. (p. 63)
Por otra parte, el líder educativo
es un ente de cambio que requiere de destrezas esenciales que propicien un
centro educativo de calidad. Evidentemente,
el estilo de liderazgo eficaz en un líder ejerce una influencia en los
seguidores. Como consecuencia, los
líderes son capaces de implantar numerosas y variadas estrategias logrando una
organización efectiva y atemperada a los cambios. En ese contexto, los escenarios educativos demandan
nuevos modelos de enseñanza pertinentes al alumnado actual. Por ende, el líder educativo debe fomentar un
clima organizacional efectivo a través de una gobernanza democrática y
participativa en el centro escolar. De
igual manera, debe inmiscuirse en el proceso enseñanza-aprendizaje a través de
una efectiva supervisión. Asimismo, debe
procurar la integración de todos los componentes escolares en la confección,
establecimiento y logro de las metas institucionales.
De acuerdo al exponente, un líder
debe presentar rasgos que complementen sus destrezas de promoción hacia un
escenario educativo eficaz y vanguardista.
Las características del líder deben fomentar un centro escolar capaz de
comprender, aceptar e implantar los cambios para beneficio del alumnado. Sin dudas, se puede lograr a través de un
líder que: comunique efectivamente;
mantenga un compromiso inquebrantable con el servicio en el plantel; ostente el
carácter para asumir posturas y tomar decisiones; y promueva los más altos
estándares éticos y morales en su desempeño.
En ese contexto, Gento y Cortés (2011) exponen que entre los rasgos que
debe presentar un líder educativo deberían estar un compromiso de servicio
hacia los demás, el control de las emociones, atención a los detalles,
aceptación de la responsabilidad, sinceridad, honestidad, lealtad a la
institución, aprendizaje de los errores y aceptar el riesgo. Asimismo, lo plantea Senge, et al. en Brooks
y Southerland (2014) “los líderes eficaces para un cambio duradero aprenden
sobre sus sistemas de organización, utilizan el conocimiento y el capital
social-político, y motivan a los miembros de su organización para aprender
juntos para un cambio positivo”. (p. 341)
Por su parte, la resistencia al
cambio es una respuesta innata y predecible en todas las organizaciones. El temor por lo desconocido, la incertidumbre
de innovar y la falta de una comunicación efectiva entre el líder y los
miembros de una institución, son factores que conducen a la resistencia a los
cambios. Evidentemente, existen escenarios
educativos afectados por los factores de resistencia que involucran al líder,
los docentes, padres y demás componentes escolares. Para Paredes (2004) “las escuelas, aunque
parezca lo contrario, son organizaciones más complejas que las empresas. Están construidas sobre relaciones y estas
relaciones preservan muy fuertemente el statu
quo”. (p. 739) Por ende, es indispensable que el líder
educativo impulse diversas estrategias de forma asertiva para erradicar la
resistencia al cambio en el escenario escolar.
Cada integrante educativo debe comprender que el cambio se lleva a cabo
para reforzar las experiencias exitosas y subsanar los errores. En ese contexto, el líder educativo debe
promover una comunicación efectiva entre los miembros del plantel. De igual manera, es necesario cultivar una
toma de decisiones participativa en la que todos los componentes educativos
conozcan la dirección del entorno escolar.
Además, es indispensable proveer al docente las herramientas necesarias
para un continuo desarrollo profesional.
A parte de que es esencial el proceso de evaluación continua en los
escenarios educativos para determinar fortalezas y debilidades que inciden en
el proceso de enseñanza y aprendizaje.
El
autor considera que una situación pedagógica como la planteada debe atenderse
responsablemente para fomentar un entorno vanguardista y potenciar la formación
académica y profesional. La pertinencia
de impulsar el cambio en el escenario educativo como líder y agente de cambio
conduce a nuevas oportunidades educativas al estudiantado; mejorar la calidad
de enseñanza; promover la comunicación entre los componentes y facilitar el uso
de las nuevas tecnologías de información y comunicación para crecimiento y
avance profesional. Es necesario la
concienciación de todos los componentes escolares sobre el proceso dinámico que
debe permear en los escenarios educativos.
De esta manera, se adapta la educación a la realidad social del alumnado
y sus necesidades. Asimismo, el director
escolar ante una situación pedagógica como la presentada debe plantear los
retos del nuevo paradigma y el acceso al conocimiento que redunden en una
calidad educativa. Todos los cambios en
los entornos educativos deben ser fundamentados por los factores que podrían
colocar en riesgo el quehacer educativo.
Así también, la solución de problemas, la atención al riesgo de fracasar
y la adaptación del escenario educativo a la realidad del alumnado son factores
que requieren de una toma de decisiones participativa. Por ende, el director escolar debe involucrar
a su equipo de trabajo en la búsqueda de soluciones a los problemas del plantel. De esta manera, los componentes escolares se sienten parte del
proceso decisional que les afecta aceptándolo, defendiéndolo e implantándolo. Para Gento (2002):
“líder
es aquella persona (o grupo de personas) capaz de provocar la liberación, desde
dentro, de la energía interior de otros seres humanos, para que éstos
voluntariamente se esfuercen por alcanzar, del modo más eficaz y confortable
posible, las metas que dichos seres humanos se han propuesto lograr para
conseguir su propia dignificación y la de aquellos con quienes conviven en un
determinado entorno y contexto al que prestan el necesario cuidado.” (p. 183)
Ciertamente,
los escenarios educativos deben promover una cultura de adaptación al
cambio. Los contextos sociales demandan
que la educación sea adaptable a sus necesidades sin descuidar cuál es su
función social. Por ende, en los centros
educativos debe existir una apertura a la innovación social con los nuevos
entornos de aprendizaje basados en la tecnología. Gialamas, Pelonis y Medeiros (2014) exponen
que:
“El
cambio organizacional puede y debe ocurrir en varios niveles: adaptación de nuevos programas; nivel de
estudio; e implementación de nuevas estrategias metodológicas. Sin embargo, un cambio sostenible debe
ocurrir en un nivel más profundo para solucionar algún factor que está
afectando la institución. Además, a
través del cambio los miembros deben aportar nuevas formas de pensar,
comportarse, creando conocimientos e interactuando con los demás para lograr
las metas y objetivos establecidos en armonía con los objetivos profesionales
de cada componente escolar”. (p. 74)
Por su
parte, es necesario que todo líder educativo maneje adecuadamente la
resistencia al cambio. En ese contexto,
debe presentar características y habilidades que le permitan ostentar un estilo
de liderazgo influyente sobre los miembros de la organización. Murillo (2006) plantea que:
“Un centro se desarrolla cuando
incrementa los aprendizajes de sus alumnos, reuniendo de manera conjunta tanto
la labor del aula como la del centro. La
mejora del centro depende de la acción coordinada de los propios
implicados. El directivo identifica,
establece acuerdos y metas deseables, estimulando y desarrollando un clima de
colaboración, apertura y confianza, lejos de la competitividad entre las partes”. (p. 19)
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Principals
perspectives on problems and possibilities for change. Planning
& Changing. 45(3/4). 339-355.
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Dussel,
I. & Quevedo, L. (2010). Educación
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Recuperado de http://flacso.org.ar/publicaciones/educacion-y-nuevas-tecnologias-los-desafios-pedagogicos-ante-el-mundo-digital/
Gento,
S. (2002). Instituciones Educativas para la Calidad Total. Madrid:
La Muralla
Gento,
S. & Cortés, J. (2011). Formación
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Recuperado de http://www.leadquaed.com/docs/artic%20esp/
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Gialamas,
S., Pelonis, P., & Medeiros, S. (2014). Metamorphosis: A collaborative
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Recuperado de
http://web-b-ebscohost-com.nuc.idm.oclc.org/ehost/pdfviewer/pdfviewer?sid=a0ac70c3-0c55-4bbb-bdd0-bf16b19aa9db%40sessionmgr113&vid=1&hid=115
Murillo,
F. (2006). Una dirección escolar para el cambio del liderazgo
transformacional
al liderazgo distribuido. Revista
electrónica iberoamericana sobre calidad, eficacia y cambio en educación. 4(4e).
11-24. Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=55140403
Paredes,
J. (2004). Cultura escolar y resistencias al
cambio. Tendencias pedagógicas. 9.
737-742. Recuperado de http://www.tendenciaspedagogicas.com/revista_numero.asp?_numero=09
Unceta,
A. (2008). Cambios sociales y educación: notas para el debate. Revista
de
educación. 347. 419-432.
Recuperado de http://m.redined.mecd.gob.es/xmlui/handle/11162/72310
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